Aunque muchos asocian a la Santa Muerte con México, en el Callao esta figura ha cobrado una identidad propia, una mezcla de temor, respeto y fe. En uno de los barrios más bravos del país, hay quienes le rezan por salud y protección, pero también quienes le suplican que sus enemigos caigan. En Desvelados, entraron a uno de sus altares y hablaron con quienes aseguran haber recibido milagros.
En el reportaje de Desvelados, una vecina chalaca llamada Rosa nos abre la puerta de su hogar… y de su fe. En una habitación acondicionada como altar, conviven figuras esqueléticas envueltas en túnicas, velas encendidas, flores y objetos personales.
“Los que no creen que también que vean que yo la tengo a ella, que me protege”, afirmó Rosa. Para ella, la Santa Muerte no es ni buena ni mala: es justa.
La casa de Rosa no sería la única. En varias esquinas del Callao, se escuchan rezos, se ven velas y se hacen ofrendas. Algunos vecinos se acercan para pedir salud o protección. Otros, según la policía, con tono más reservado, se revela que también buscan justicia contra quienes les han hecho daño. La fe, para ellos, también se convierte en escudo… o en advertencia entre bandos.
La Santa Muerte tiene sus raíces en México, donde surgió como una figura sincrética entre lo católico y lo pagano. Allí, miles la veneran con procesiones, ofrendas y altares, pidiéndole favores tan diversos como sanaciones, trabajo o protección frente al crimen.
En Perú, especialmente en el Callao, esta creencia ha sido adoptada por sectores que encuentran en ella una fuerza espiritual diferente. Algunos la ven como una aliada en contextos donde la justicia tradicional no alcanza.
Su presencia ha crecido, sobre todo en zonas marcadas por la violencia o la marginación, donde la fe encuentra nuevas formas de expresarse.
Los testimonios recogidos por Desvelados muestran que la Santa Muerte no es solo símbolo de oscuridad o temor. Rosa asegura que le ayudó con la salud. Otros hablan de “protección invisible” en medio de balaceras o amenazas.
Sin embargo, también hay temor. Algunos vecinos prefieren no hablar, o incluso se persignan al escuchar sobre ella. La Santa Muerte divide, incomoda, pero no pasa desapercibida.
Su fuerza radica en esa dualidad: es temida y amada a la vez. Y en el Callao, esa mezcla de misterio y fe ha echado raíces profundas.
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